por Lucio Conti

Al celebrarse una boda existe la tradición que la novia lleve consigo algo nuevo, algo usado, algo azul y algo prestado. Lo nuevo, augura un buen futuro: lo usado es el vinculo que une con el pasado: algo azul representa la fidelidad y constancia, mientras algo prestado simboliza la ayuda que puede recibirse del entorno cercano. Con estos elementos uno espera que el vínculo que se contrae sea genuino y duradero en el tiempo.

Actualmente algunas de las acciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, apuntan a contraer nupcias con la región centro y sudamericana, en especial con las izquierdas. Hay similitudes ideológicas, es cierto, pero hay mucho más. En medio de un clima de inestabilidad e incertidumbre política, AMLO es criticado por reconocer la legitimidad del régimen de Maduro a pesar de los informes regionales adversos contra el régimen, especialmente por parte de Derechos Humanos, a la vez ser reconocido muy positivamente por recibir al presidente argentino electo Alberto Fernández, para mediar en la reestructuración de la deuda Argentina con el FMI y a la vez de dar el compromiso en ayudar en encontrar solución a la crisis económica que atraviesa ese país. Y más en lo inmediato, recibir y dar asilo político al presidente boliviano Evo Morales, quien tuvo que renunciar a su cargo ante distintas presiones de facto. Este último, un actor muy comprometido con la causa de los pobres, los desposeídos y en especial los pueblos originarios de su país, con sorprendentes resultados económicos y sociales durante su presidencia.

AMLO lleva consigo algo nuevo. A diferencia de los países latinoamericanos, quienes dieron el giro a la izquierda durante el último boom de precios de las commodities entre 2000/2014 aprox., México continuó gobernado por la derecha. Fox, Calderón y Peña Nieto. Programáticamente si bien muchas de las propuestas del nuevo presidente van en similar sentido que aquellas llevadas adelante por sus pares de izquierdas una década atrás, el margen es mucho menor. El precio de los bienes primarios, incluido el petróleo están planchados. En breve, no hay mucha caja para hacer política social aunque al parecer hay maniobra para redistribuir. Una novedad de AMLO fue su plataforma electoral decididamente contestataria del status quo de la política mexicana y en especial la corrupción de las elites políticas y económicas. Esto último si es una novedad, ninguna plataforma de gobierno del giro a la izquierda pasado trabajó sobre el ítem corrupción. De hecho, en muchos casos fueron las denuncias y hechos de corrupción lo que se los lleva puestos.

AMLO lleva consigo algo usado. El giro a la izquierda de la región marcó hitos de gestión y de políticas públicas durante la década pasada. La izquierda por primera vez pudo mantenerse en el poder y reelegir sus candidatos con altos niveles de aprobación, aceptando las reglas de juego democráticas y por supuesto mejorando la distribución de la riqueza y el ingreso de los sectores más carenciados. Sin embargo, la izquierda lejos estuvo de ser homogénea en la región. Aquí el interrogante apunta a qué tipo de izquierda o a qué tipo de proyecto político de izquierda apunta AMLO. De izquierdas hubo formas variadas. Las hay radicales como la de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, pasando por una izquierda contenida de los Kirchner en Argentina, a proyectos políticos más moderados como el de Lula Da Silva en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica y Tabaré Vázquez en Uruguay y Michelle Bachellet en Chile. Quizás el parecido familiar sea más cercano al grupo de los moderados.

AMLO lleva algo azul. A pesar que la intención es llevar adelante una agenda programática de izquierdas, redistribución, justicia social, etc., el contexto macroeconómico puede marcar márgenes a este tipo de políticas. Los pronósticos de crecimiento económico para México y la región no son auspiciantes y eso puede conspirar con la constancia e intensidad de ese tipo de agendas. Hay sobrados ejemplos en América Latina de policy switches, políticos que llegaron con promesas de campañas de izquierdas, redistribución del ingreso, políticas inclusivas y mayores beneficios a las clases populares, ampliación de esferas de derechos y oportunidades, etc., e hicieron todo lo contrario, llevando adelante agendas neoliberales ante la ausencia de dólares en la economía y falta de reservas.

AMLO lleva algo prestado. Si bien AMLO se ha mostrado con cautela ante nuevos grupos de naciones progresistas como el grupo Puebla que piensan reeditar la marea rosa de la UNASUR, es probable que las acciones como el asilo a Evo o la mediación de la deuda de Argentina apunten a que AMLO quiera tener membresía y protagonismo en la región. La cautela y la discreción quizás tengan que ver con que también se esperan señales de Estados Unidos en la aprobación del nuevo tratado de comercio. No es improbable que AMLO pueda participar en una reedición de estas instancias suprarregionales para impulsar los intereses de su gobierno y de México. No es necesario crear nada nuevo si ya existe.

Para concluir, habrá que ver si AMLO tiene margen para ser un líder regional. Es que el clima de inestabilidad e incertidumbre política viaja muy rápidamente entre los países de la región. La rápida erosión de los compromisos y pactos sociales que legitiman a los gobiernos pueden obligar a los presidentes a concentrarse más en política doméstica que regional, y en el caso de AMLO, obligarlo a hacer más mexicanismo que latinoamericanismo.